martes, 15 de enero de 2008

7- Cuento sin fin

Sinfín se agita en el agua turquesa, rodeado de pequeños espirales nacarados que se reflejan en sus enormes ojos afelpados. Todo un universo en esos ojos.


Y, de cara a ese horizonte de sal y de espuma, imagino lo que nos espera del otro lado. Sí, bien digo, "nos" espera. Porque sé que sola no podría volver allí. Divertirse, jugar, llenar el mundo de estrellas es la más linda de las aventuras. Pero este juego, infantil y enigmático, no tiene nada de ingenuo. Está hecho de retazos de este mundo y de todos los otros.

Aquel lugar mágico está tan lleno de recuerdos hoy anudados en mi cuerpo más sutil que cualquier ráfaga intensa podría desmoronarme y hacerme permanecer allí para siempre.


Pero necesito volver. Necesito ir hasta allá, encontrar el rayo que falta para completar este manojo exquisito de fulgores y volver con la empuñadura completa. Una espada con la hoja de plata no es nada si no cuenta con la fuerza de los 7 rayos y el color que nos falta sé que está atrapado en aquel templo transparente, erigido más allá del arco iris.


El vaivén del agua cálida de esa playa de ensueño me acuna hasta dormirme. Espero... Espero... mientras me pierdo entre las hojas de palmeras que abren sus dedos hacia el cielo y hacia el mar.


Estoy en uno de esos lugares que no tienen "x" en ningún mapa, pero al que todos vamos a llegar en algún momento guiados por las sincronicidades dibujadas por el tiempo y esos lazos invisibles que nos unen. Espero... aunque pasen miles de años en la espera... uno a uno van a ir llegando y será momento de iniciar la búsqueda. Maestros, guerreros, sanadores... a todos espero y esperamos. Un arcoiris de rayos, que es el camino y, a su vez, el destino.

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