viernes, 28 de diciembre de 2007

4 - Cuento sin fin


No tenía nombre. Era, simplemente, una niña. Una niña del agua. Y eran contados los que realmente descubrían su identidad, porque para reconocerla se necesitaba ver más allá. Más allá de la piel que la envolvía. Más allá de las palabras que pronunciaba. Más allá de lo que a simple vista se percibía. Se necesitaba ver, empleando magia. Esa magia que cada uno porta en su interior, pero en la que no todos creen. Y al utilizarla, uno revelaba en la niña el verdadero decorado de su alma. Pura, cristalina.
--Disculpe, Señor Autor. ¡Oh, qué torpe! Señores Autores, quiero decir. Olvidaba que ahora son más de uno y que, seguramente, tendré que lidiar con cada uno de ustedes.
- Si "lidiar" es lo que te propones, puedes dar ya la media vuelta.
- Mil disculpas, otra vez. No me expresé bien, quizás.
- De hecho, nunca te has expresado bien.
- Mi intención no es entrar en conflicto con nadie, con ninguno de ustedes. Sólo quiero, desde mi punto de vista, contribuir y enriquecer el texto.
- Nunca he coincidido contigo, yo por lo menos, en lo que a contribuir y enriquecer se refiere. En otras historias, lo único que has hecho fue atentar contra mi palabra.
- Tiene usted razón. Comprendo que, en el pasado, no he desarrollado mi labor con absoluta lealtad. En cambio, ahora, estoy dispuesto a subsanar ese mal ofreciéndole, no sólo a usted sino a todos los Señores Autores, mis humildes servicios.
- Esa decisión no depende de mí. Tu destino no está en mis manos. No, esta vez. Te limitarás a la voluntad de cada uno de los Señores Autores. Es todo lo que yo puedo ofrecerte.
- Desde ya, muchas gracias.
Sólo utilizando esa magia, propia nuestra, uno asimilaba lo que realmente se ocultaba detrás de sus pupilas. La niña del agua. Sus secretos. Sus propósitos. Cuando desperté, una mañana, comprendí que esa magia tanto anhelada me había sido arrebatada. Ya no estaba en mí. Y desesperé. Debía recobrarla. O la niña emprendería su viaje sin mí y eso sería algo para lo que yo nunca hallaría consuelo.

Chato

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que ningún lector podría perdonarse que la niña emprenda el viaje sin esta dualidad estilística…

¡Qué bueno estar de este lado para poder “lidiar” con ella!